viernes, 18 de enero de 2013

Comunicación y bienestar




Comencé este año en Venezuela. Viajando entre Puerto La Cruz, Ciudad Guayana y Caracas. Y viajar es un tránsito propicio para cosechar buenos ejemplos en materia de comunicación.

Un autobús que me llevó de Caracas a Ciudad Guayana, cruzamos parte importante del país durante la noche. Al bajarme -entre todos los personajes típicos del terminal- divisé a un moreno vernáculo, sonrisa amplia, blanquísima, que contrastaba con su piel de chocolate. Era un hombre de buena hechura que gritaba: ¡Negro, caliente, sabroso! Y con este grito ofrecía café recién colado, cuyo aroma daba el toque final a este mensaje, construido por un verdadero estratega.

Hay una relación directa y proporcional entre el bienestar que genera un proceso de comunicación y su efectividad. Entre mejor se sientan los interlocutores, más probabilidades hay que los resultados de esa vinculación sean positivos, es decir, sanos y productivos. Y en esto, gran parte de la responsabilidad la tiene el primero que toma la palabra.

¡Negro, caliente, sabroso! Decía el hombre, y entre las mujeres somnolientas que esperábamos el equipaje nos sonreíamos cómplices al entender el amoroso y oportuno doble sentido de este vendedor de café que nos daba la bienvenida. Yo me alejé del grupo, pero divisé cómo los viajantes rodeaban al vendedor de café, dándole a la madrugada un excelente regalo. En ese instante todo era bienestar. El “negro, caliente, sabroso” era un mensaje efectivo y el negro que ofrecía café un estratega natural de sus comunicaciones.

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