lunes, 18 de septiembre de 2017

El hombre de la fusta



Este mes celebramos el día de las comunicaciones internas y me piden que escriba un artículo en virtud de la fecha. Tengo mucho en el tintero. Pero lo que me surge es abordar una anécdota que prometí escribir en algún momento y que me fue confiada para tal fin, en el marco de un taller, hace ya muchos años.

Todo ocurrió en un banco de marca internacional, en las oficinas de un país centroamericano. Uno de los más altos cargos del banco era conocido porque tenía una fusta en su escritorio. La fusta es una vara forrada en cuero que sirve para estimular la carrera de los caballos.

Este personaje, que bien puede calificarse como un mito urbano de las organizaciones, fue nombrado varias veces en el marco de este taller que me tocó facilitar, donde una persona daba fe de haberlo conocido: “mandaba a llamar a las personas a su escritorio, tomaba la fusta y se la pasaba por su barbilla” y así, su interlocutor tenía que darse por enterado que había que apurarse en aquello que se le había solicitado.

La anécdota sirve para traer una línea que no por repetida es poco importante: el medio más potente de comunicación interna es la conversación que desencadenan los líderes de las organizaciones.

Por más que se inviertan altas sumas de dinero en construir imagen, si los líderes no cuentan con la suficiente madurez emocional y las competencias conversacionales para desarrollar su gestión, el clima empresarial se nubla, las relaciones se contracturan, las pérdidas de tiempo aumentan, los índices de rotación de personal se elevan y el compromiso de la gente se diluye por completo. Y, aunque se argumente que la organización sigue dando ganancias y bajo ese pretexto se conservan liderazgos violentos, es menester reflexionar si con un liderazgo más humano, además de aumentar el bienestar -que no es poca cosa-, se ganaría más o se perdería menos.

La historia del hombre de la fusta terminó cuando el gobierno expropió el banco y los empleados, a pesar de que veían esa expropiación como una desgracia, sentían alivio “por no tenerle que ver nunca más la cara al hombre de la fusta”, otros esperaban el momento en el que tomara su fusta y cruzara la puerta de aquella entidad bancaria para no volver nunca más. Lo cierto es que ningún empleado defendió la administración privada del banco, la mesa estaba servida para que entraran con otras fustas los hombres de gobierno. 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...