lunes, 11 de enero de 2016

Lo que une y lo que separa




En el marco de algunos trabajos organizacionales en materia de comunicación interna y transformación cultural, escucho con recurrencia la siguiente apreciación: “Este tipo de talleres son importantísimos, pero no podemos detener el trabajo para hacerlos con la frecuencia que deberíamos”.

Tras esta frase se me abre un mundo en el que observo cómo dentro de las organizaciones aún está muy instalada una apreciación escindida del operar humano. Vivimos en la ilusión de que una cosa es el trabajo y otra la cultura y la comunicación que nos aglutina como organización.

A mi entender esta separación es ilusoria y, además, es uno de los síntomas comunes que nos pueden avisar que no son del todo saludables nuestras relaciones.

No hay actividad posible fuera de la cultura y sus conversaciones. Y los resultados de toda actividad humana son el resultar de la comunicación, de la manera de relacionarnos.

Asistir a un taller de comunicación y transformación cultural es seguir trabajando. Trabajar es imposible sin conversar y es imposible también hacerlo sin edificar con cada acción un tanto de la cultura que transformamos con nuestra convivencia a cada instante.

Las escuelas tradicionales, cualquiera sea el nivel académico, nos enseñan a separar y clasificar en partes lo que es un todo, en la creencia de que así aprendemos y comprendemos.  (El cuerpo humano se divide en cabeza, tronco y extremidades, por dar un ejemplo común) Nos han enseñado a dejar de lado aquello que conecta las partes, que es precisamente lo que le da sentido al todo y lo hace posible. De hecho, cuando nos preguntan: ¿Y qué une a la cabeza con el tronco y las extremidades? Nos quedamos en silencio.

Estamos acostumbrados a separar y no a conectar. Tal vez por eso hace tanto sentido hacer sesiones individuales con ejecutivos mientras cumplen con su agenda, sin detenerla. Al principio todo ocurre como en cámara lenta, porque hay que reflexionar en el hacer, pero luego, al ver lo que resulta, va todo más rápido, dando cuenta de la unión de nuestros haceres con la comunicación y la cultura. 

Así, de a poco, vamos dejando de lado la ilusión de que nuestro trabajo está separado de la cultura que vivimos, incorporando que esta resulta de todos nuestros haceres.
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