viernes, 30 de noviembre de 2012

Contar historias





Como capacitadora (y también desde otros roles, como el de mamá, por ejemplo) nunca dejaré de sorprenderme del poder que tienen las historias para compartir una experiencia.  

Sentarse en una mesa o pararse frente a un grupo y decir cualquier variante de “ érase una vez”, es una fuerza que llama la atención de los presentes de manera poderosa.

Se trata de un magnetismo que se suele comparar con la fascinación del hombre por el fuego, el poder de una fogata para convocar a la tribu.

Relatar una experiencia, así sea ajena, así haya ocurrido “hace mucho, mucho tiempo”, siempre compromete a quien la emite, su cuerpo, su voz y su emoción se coloca por entero en lo que se cuenta. (¿Y es que acaso pueden llegar a nuestra boca palabras que signifiquen cosas que nos sean realmente ajenas?)

Valoro el relato como capacitadora, porque tiene la virtud de cambiar el ambiente, de modificar el ánimo, de dejar en quien escucha imágenes que no se borrarán nunca. 

viernes, 23 de noviembre de 2012

La comunicación incontable




La comunicación es un proceso vital para el ser humano. Así como  respirar, comer y amar, la comunicación es un proceso indetenible. Comienza con la vida biológica y, en ocasiones, se acaba con la vida biológica.

(A veces -aún estando sin vida biológica- hay mensajes de uno que se siguen reiterando. Ejemplo, el de un escritor que deja en un libro su legado.)

Hace días, hice consciencia de algo al respecto que quiero compartir. Un supervisor se quejaba de sus supervisados. Él argumentaba su molestia diciendo que habían tenido que “comunicar dos veces una nueva norma de seguridad. ¡Y todavía no la cumplen!”.

Y ahí la reflexión: ¿Es que acaso uno ama a una persona una sola vez y punto? “Mira, mamá, yo te amé dos veces así que basta ya de pedir más amor”. ¿Puede ser?

¿Es que acaso uno come sólo una vez y con eso basta? ¿Con cuántas respiraciones es suficiente vivir? La respuesta de un médico sería que uno debe respirar y nutrirse siempre. Y esa es la misma repuesta para el caso de la comunicación.

Los procesos humanos, como la comunicación, son constantes e indetenibles. No se puede comunicar una, dos, tres veces. La comunicación es una constante, no se puede contabilizar. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

Biología cultural




La semana pasada estuve en Santiago de Chile. ¿La razón? Culminando la última semana presencial del diplomado de Biología Cultural con el maestro Humberto Maturana Romesín y Ximena Dávila Yánez.

Comencé varias entradas con reflexiones y ejemplos relacionados con las comunicaciones en organizaciones que tengo en el tintero. Pero, confieso, aún estoy tomada por los sentires propios del nuevo conocimiento que, debo decir, casi me embriaga los primeros días.

La biología cultural es una nueva forma de ver, te descoloca, te libera. Nadie sale ileso. En todos los dominios de nuestras vidas se dibuja una curva pronunciada. Así me encuentro. Así lo sienten también algunos de mis compañeros que transitaron este camino, cuyo destino es una napa de agua clara, inagotable.

Sirva esta entrada sencilla, sin pretensiones, para agradecerles a todos ellos por estar allí, a todos los profesores del diplomado y a todos quienes trabajan en la Escuela Matríztica de Santiago ( www.matriztica.cl ) que hicieron este tránsito no sólo posible sino también muy grato. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Conocimientos que no sirven




Cada vez que hago un taller tengo muchos motivos para estar contenta y agradecida, uno de ellos es que en cada encuentro hago siempre una nutrida cosecha de ejemplos.

Hace unos días, visité San Juan, Argentina, y conocí en un taller a Diego, un enfermero que me regaló esta historia a propósito de estar conversando de saber escuchar al otro, de manera activa, integral, responsable, comprometida, coherente.

Trabajando Diego en una comunidad rural de su provincia, encontró a una señora saliendo del consultorio médico. Como Diego sabía que la señora estaba enferma, apuró el paso para preguntarle: ¿Señora, qué le dijo el médico? “No me dijo nada, me revisó, y me dio estas indicaciones”, le dijo a Diego, mostrándole una serie de recetas que llevaba en la mano, órdenes de exámenes, además de algunas listas de alimentos que se le prohibía comer. “Lo que pasa -culminó la señora- es que yo no sé leer”.

¿Pérdidas? Muchas, de tiempo, de dinero, incluso vidas se pueden ir en este tránsito de no escuchar. Y es que escuchar es una actividad que debe hacerse con todos los sentidos, y pasa por invitar al otro a hablar, por hacerle preguntas que van más allá de lo obvio, cosa que -en este ejemplo- el médico no hizo.

Todos los conocimientos de ese doctor de nada sirven, si no sabe escuchar.  
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