viernes, 3 de agosto de 2012

Comunicaciones y olfato mamífero



Los mamíferos tenemos un olfato particularmente desarrollado, tanto es así que hay una serie de frases que nutren nuestro lenguaje que habla de cómo nos afina la percepción este sentido que, como sabemos, va más allá de la nariz.


“Esto no me huele bien”, decimos, aunque no sea un olor en estricto rigor lo que percibimos. “Tiene olfato periodístico”, sentenciamos al referimos a una persona “aguda”, que sabe reconocer  un acontecimiento que será noticia.

Así, con ese olfato que va más allá de la nariz, nuestro público reconoce cuándo un mensaje se genera automáticamente y cuando fue escrito por un ser humano. Cuando la respuesta es generada por una máquina el daño es irreversible. Esto marca, por ejemplo, las relación entre el empleado y la organización. Como público tenemos olfato para saber cuándo no hay nadie del otro lado.

La reflexión viene al caso cuando comenzamos a construir criterios para gerenciar medios digitales de comunicación, tanto interna como externa. Allí donde se abre la posibilidad de comentar una nota o de abrir una discusión emerge la tentación de la “respuesta automática”, una decisión fácil que puede ser letal.


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