La comunicación es un proceso vital para el ser humano. Así
como respirar, comer y amar, la
comunicación es un proceso indetenible. Comienza con la vida biológica y, en
ocasiones, se acaba con la vida biológica.
(A veces -aún estando sin vida biológica- hay mensajes de uno que se siguen reiterando. Ejemplo, el de un escritor que deja en un libro su legado.)
Hace días, hice consciencia de algo al respecto que quiero
compartir. Un supervisor se quejaba de sus supervisados. Él argumentaba su
molestia diciendo que habían tenido que “comunicar dos veces una nueva norma de
seguridad. ¡Y todavía no la cumplen!”.
Y ahí la reflexión: ¿Es que acaso uno ama a una persona una
sola vez y punto? “Mira, mamá, yo te amé dos veces así que basta ya de pedir
más amor”. ¿Puede ser?
¿Es que acaso uno come sólo una vez y con eso basta? ¿Con
cuántas respiraciones es suficiente vivir? La respuesta de un médico sería que
uno debe respirar y nutrirse siempre. Y esa es la misma repuesta para el caso
de la comunicación.
Los procesos humanos, como la comunicación, son constantes e
indetenibles. No se puede comunicar una, dos, tres veces. La comunicación es
una constante, no se puede contabilizar.
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