Veníamos del colegio y mi hija me dijo:
“Mamá, no sé lo que me pasa, ando como sentimental”. Reaccioné y estuve a punto
de responderle con esta pregunta: ¿Por qué, qué te pasa? Pero me mordí la
lengua y le dije: Sentir es un síntoma de estar vivo, qué bien. ¿Dime, hija,
qué sientes?
Los seres humanos en ocasiones tratamos
a los sentimientos como una patología. A pesar de saber que están fundidos en
todo lo que hacemos, percibimos a los sentimientos como una alarma de que algo
anda mal. Y, sí, los sentimientos indican cosas, buenas y malas, pero son los
primeros en salir en escena, incluso antes que nuestras ideas, razonamientos y
acciones.
En un número, cada vez menos abultado,
las organizaciones ni siquiera piensan en los sentires de sus miembros.
Conciben a sus colaboradores como un mecanismo eficiente -productor de ideas y
acciones- divorciados de todo sentir. Y pareciera que cuando el colaborador
expresa su sentir es porque “ha surgido un problema o está a punto de surgir”.
Y resulta que el sentido de una organización está justamente allí, en tanto la
emoción motoriza las ideas y las ideas a las acciones; ese tejido que hace que
la empresa exista.
Si bien esto constituye un reto para la
gerencia de recursos humanos, lo es también para las áreas de comunicaciones
internas encargadas de generar contenido para sus medios. Que comience a tomar
la palabra la emoción, sin pruritos, puede ser tan movilizador como una idea y
eso le da un profundo sentido humano a la organización.
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