Sentirle el pulso a nuestras comunicaciones y, por ende, a
nuestras relaciones, pasa por tener entrenamiento en el observarnos en nuestra
manera de comunicar, cuando estamos comunicándonos.
Mirar nuestra acción, nuestro cuerpo, nuestras palabras
durante diálogos con o sin objetivos es un ejercicio en el que nos podemos
entrenar permanente llevando una bitácora de este recorrido por el mundo del
lenguaje -en su sentido más amplio- las percepciones, las
emociones-argumentaciones y vinculaciones. Todo sin perder el norte.
Solemos asumir nuestras conversaciones con la naturalidad con
la que se asume nuestra respiración y alimentación. (Todos procesos vitales
para el ser humano) Pero esto no quiere decir que sean procesos que llevemos a
cabo de manera conscientes y mucho menos saludablemente.
Esta reflexión viene al caso porque: 1-. Cada vez son más
reiterados los diagnósticos que arrojan resultados deficientes en las
comunicaciones entre gerentes, directores y presidentes de organizaciones y su
grupo de colaboradores. Y 2-. Porque, además, este es parte del espiral de
pensamientos que me llevó a una nueva manera de asumir las sesiones individuales en materia de comunicación para líderes de compañías,
donde el conversar se convierte en un viaje que puede resultar saludable, productivo y, quizás lo más importante, divertido.